Cuando ArtPrize –la principal base de datos del mercado del arte– hizo público en 2015 que era una de las artistas de arte contemporáneo más cotizadas del mundo, situándola en el puesto 333 por detrás de los españoles Barceló y Juan Muñoz, su nombre despertó interés y muchos interrogantes. Solo unos pocos sabían de esta artista gitana, de pasado conmovedor, que había malvivido junto a su familia pidiendo en las calles de Barcelona. Su madre la abandonó a los 3 años y con 10, su abuela murió y fue internada en un orfanato. Allí, a los 13, se hizo cargo de ella una familia catalana pudiente. 

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