El aviso es justo: este título es una mentira a medias. A veces, por la vorágine de nuestros tiempos o a causa de la pura convención, se nos pide que hagamos balance del tiempo pasado y enunciemos nuestros deseos para el futuro más próximo: una cosa muy gachí. Se nos pregunta, con magníficas intenciones ¿cuáles son vuestros propósitos para el nuevo año? Cómo explicar, entonces, que, para nosotros y nosotras, como Pueblo y especialmente en esta época, no hay nuevos propósitos ni etapas cerradas que concluir. Permitidnos, por lo tanto, que al menos en lo que respecta al nuevo año, nos mostremos reacios a cumplir con la convención. No hay descanso, no hay parón ni más balance que el que nos sugieren los datos objetivos: La situación del Pueblo Gitano en Europa es peligrosa, delicada y ante eso no queda otra salida que la de incidir en la resistencia.  

Desde determinados sectores, se ha puesto de moda frenar la denuncia social de nuestra gente llamándola “victimismo”. En estos tiempos, en los que la cultura política española vira hacia la rancia y casposa derecha más reaccionaria, se vuelve popular y atractivo deslegitimar las exigencias de dignidad y justicia acudiendo al discurso de la rebeldía ante lo “políticamente correcto”. Qué heroicidad la de aquellos que explícita e implícitamente, claman: ¡Tengo derecho a reírme de los machacados! Nos ha tocado realizar un trabajo profundamente desagradable: señalar el racismo anti gitano en la esfera de los medios de comunicación. Y esto es una labor de cultura social.  

El trabajo de Rromani Pativ implica reaccionar ante el desprecio naturalizado con el que a través del mundo de la comunicación se trata la imagen pública de nuestra comunidad en titulares de prensa, redacción de noticias, programas de radio, noticieros de televisión. Todo ello nos obliga a enfrentar un debate cuanto menos doloroso, desagradable y poco agradecido. Sin embargo, nuestro objetivo está más allá: se trata de atacar uno de los síntomas de la enfermedad: el racismo. Las muestras antigitanismo en el ámbito de la comunicación no son más que la expresión de una realidad mucho más honda. Si nuestras preocupaciones se basaran en una cuestión estrictamente de lenguaje, bastaría con apagar la televisión para terminar con el problema, pero no. 

Échale guindas al pavo 

Quizás, más que un paquete de buenos deseos, lo que podemos ofrecer, para cerrar el año que pasa y abrir el que viene, es una reflexión, esta vez esperanzadora y amistosa, a pesar de todo. Por eso, venimos a felicitaros, a felicitarnos. Porque muy pronto, todo cambiará, y por fin nuestros esfuerzos obtendrán los frutos deseados. El Pueblo Gitano será tratado con justicia, nuestras sociedades caminarán hacia un nuevo horizonte. No podremos negarlo, nuestras razones para alzar la voz se extinguirán. Pronto no será necesario este lenguaje, esta trinchera, esta batalla. Los Estados de Francia e Italia dejarán de deportar a familias gitanas en masa, de separar familias; condenarán en bloque a sus políticos racistas.  Le Pen y Salvini serán obligados a trabajar como técnicos en prevención del absentismo escolar en institutos de Versalles para convencer a los niños payos de que deben evitar a toda costa, convertirse en dirigentes políticos psicópatas. Manuel Valls no podrá presentarse como candidato a la alcaldía de Barcelona porque antes tendrá que hacer un máster sobre los efectos sociales del racismo diferencialista y dedicarse durante una década a sensibilizar sobre ello a séptima hora en los colegios concertados. 

La ONU –O comemos todos, o No come Usted tampoco– obligará a los gobiernos de Hungría, Eslovaquia y República Checa a dejar de atacar los barrios de familias gitanas y a reconocer y sanar el irreparable daño infligido por las esterilizaciones forzosas a cientos de mujeres romaníes. Los miembros y cuerpos de seguridad dejarán de atosigar y maltratar a las personas en razón de su perfil étnico… Bueno, no, deberán pedir la documentación y un certificado de buena conducta a todos los payos con corbata. Los clanes de jambos del Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial serán encarcelados con motivo de sus fechorías, a la espera de un sistema de reparación ética más humano que el de las cárceles. 

De Campofrío no me fío 

Los medios de comunicación dejarán de hacer mención al origen étnico de los protagonistas de las páginas de sucesos. Todas las redacciones de los periódicos mayoritarios contarán con gente lúcida que evitará en sus textos el uso de palabras como “clan”, “patriarca”, “reyerta” cuando los titulares y noticias versen sobre la realidad de la comunidad gitana. No hablarán de “avalancha” de inmigrantes, de desbordamientos migratorios ni darán alas a relatos casposos sobre invasiones, reconquistas y otras históricas enfermedades del ánimo convertidas en odio, rechazo y soluciones falsas para problemas profundos en tiempos de crisis. 

No existirán jurados esperpénticos, compuestos por payos estirados que premien películas morbosas, tóxicas y estereotipadas sobre las mujeres gitanas como “Carmen y Lola”. Así, Lucía Echevarría podrá quitarse los ancestrales tapones de sus orejas y después de dejar de fingir una escucha forzada atenderá a las gitanas y aprenderá de su sabia crítica. Después de eso será premiada por su nueva película: “Sandra y Claudia”, una historia en la que dos payas despistadas quieren interpretar la realidad de las mujeres gitanas y para ello despliegan todo el clásico abanico de tópicos sobre las mismas en su proyecto de película. Las gitanas de “Sandra y Claudia” estarán principalmente oprimidas por su propia cultura y por sus machos, así que la única manera de liberarse es que una paya liberada con cámara y ansias de salvar a alguien entre en sus vidas. Pero entonces, las payas, con motivo del atragantamiento de Claudia con una uva durante la noche de fin de año, entrarán en razón y harán una película sobre el complejo de superioridad de las payas. 

Muchos cómicos despertarán de su letargo reaccionario y dejarán de utilizar el bochornoso argumento de la libertad de expresión para cebarse con los que no tienen poder. Dejarán de victimizarse, cuando son criticados con fundamento, y de utilizar el relativismo ético tan propio de los sectores de la ultra derecha de barba perfilada y pantalones de pitillo para, en lugar de reírse de quienes sufren el racismo y de su lucha contra el mismo, reírse a carcajadas del propio racismo. Como causa de ello, “Que nadie ni nada nos quite nuestra manera de disfrutar la vida”, poético eslogan publicitario de un anuncio para una famosa marca de embutidos creado por el ingenioso director y actor Sánchez Arévalo no insinuará, entre otras cosas, que nuestra manera de disfrutar la vida es seguir riéndonos, como lo hemos hecho siempre, de quienes sufren el racismo y que si somos cuestionados democráticamente por nuestra falta de creatividad y mal gusto, acudiremos a dudosos relatos victimarios que nos retratarán como apesadumbrados mártires del humor. Ningún troll cibernético racista con demasiado tiempo libre bombardeará la sección de comentarios de nuestros artículos con innumerables anónimos incomprensibles llenos de bilis, amenazas veladas y odio visceral. 

Hablando de odio. Las fiscalías contra los delitos de odio dejarán de juzgar, maltratar y encarcelar a anti fascistas que enfrentan nazis y manteros que esquivan los golpes de la policía para dedicarse a juzgar a quienes torturan, maltratan y persiguen a otros por evidentes motivos racistas. Los Centros de Internamientos de Extranjeros serán ilegales, la sociedad española dejará de tener un problema de machismo agresivo que desemboca asesinatos, abusos y violaciones diarias de mujeres a mano de sus parejas y ex parejas. Los Servicios Sociales dejarán de controlar, de chantajear y extorsionar a las familias gitanas y migrantes y dejarán de robarles las hijas impunemente sin que nadie abra la boca para denunciarlo.  

Decíamos al principio que el titular que abre este pequeño artículo es falso, a medias. Debemos explicarnos. Hay quien dice que para que un deseo sincero se cumpla, es necesario nombrarlo antes y dejarlo reposar en el ambiente. No tenemos el poder de poner las convenciones sociales al servicio de nuestra voluntad de transformar una sociedad estructuralmente enferma, pero podemos intentarlo, al menos, a través de las palabras. Nuestra intención no es otra que enfrentar a quienes nos atacan y concienciar, aunque sea de forma ruda, a quienes nos pretenden humillar, consciente o inconscientemente. Todo lo que aquí decimos pasará. Pero hasta que llegue, felices fiestas y próspero año nuevo. 

Como despedida, tres chistes de gitanos hechos por gitanos para la sobremesa de fin de año: 

“Esto es un gitano que no invade un país extranjero y masacra a la población civil desarmada…” 

“Esto es un gitano que no es el dirigente de una organización antidemocrática (FMI) que condena a la pobreza a tres cuartas partes del mundo conocido mientras hace negocio para seguir enriqueciéndose…” 

“Esto es un gitano que no vende armas para matar yemeníes y después se llena la boca con discursos sobre los derechos humanos…” 

Los gitanos también sabemos hacer chistes sin puñetera gracia.

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