Las numerosas y heterogéneas asociaciones romaníes del Estado español parten de una larga trayectoria común de denuncia pública en el campo del antigitanismo informativo. Es extraño encontrar alguna organización gitana que no haya dedicado con sudor y lágrimas gran parte de su energía humana a desarrollar una pedagogía periodística kalí que cualquier profesional de la comunicación que se precie, sea cual sea su especialidad, debería tener en cuenta, estudiar y aplicar concienzudamente. En este sentido, es indispensable reconocer el aporte ético de esfuerzo social y paciencia intelectual que las expertas y expertos gitanos, activistas por los derechos de nuestro Pueblo, nos han dejado. Ese es el legado que, precisamente, recoge Rromani Pativ.

Rromani Pativ no solo nace como proyecto a través del cual se denunciará públicamente la proliferación de discursos mediáticos de carácter antigitano, que también. No solo pretende señalar y poner ante la luz la base de prejuicios y estereotipos desde la que se producen, a veces conscientemente, otras inconscientemente, las noticias sesgadas y racistas que aluden de una forma u otra a la extraordinariamente rica realidad de nuestras comunidades. Tampoco será su único objetivo materializar las exigencias de respeto y conciencia democrática a los medios de comunicación por parte de los gitanos y gitanos de a pie. Rromani Pativ se crea con la intención de entrar en diálogo público con los responsables; de dar oportunidades de rectificación y mejora a aquellos que cometen un error; de señalar la imprudencia de quienes, a pesar de las reiteradas invitaciones a la reflexión, desoyen los consejos de los especialistas y también de poner su experiencia y cuidado al servicio de aquellos que se muestren abiertos a nuestras observaciones, ofreciéndose cuando sea necesario como fuente de información a los profesionales de la información y estableciéndose como  un canal de colaboración permanente entre ambas partes.

Desde este nuevo proyecto que intentará coordinar las energías existentes y desembocar en una respuesta unitaria por parte de las asociaciones gitanas y pro gitanas del Estado español ante el menosprecio racista, no se exigirá tan solo la retirada silenciosa de las noticias, titulares y artículos anti-gitanos existentes sino que también se exigirá una reparación simbólica y moral por el daño ocasionado. Esto significa que no basta con tirar la piedra y esconder la mano. No queremos contribuir a la creación de una sociedad de la información que funciona a través de miedo al escarnio público por romper los endebles códigos de la corrección política dominante. Queremos que se rectifique en actitudes y tendencias de fondo, no únicamente en detalles y hechos puntuales; iremos a cuestionar la ideología del antigitanismo, no tan solo los desvaríos sintomáticos del mismo.

Un ejemplo representativo: El Jueves

Hace unos días, la revista satírica El Jueves utilizaba el trasnochado pretexto del humor y la acidez para dar rienda suelta a su anti gitanismo a través de un titular y una portada denostable: “La Generalitat contratará a la vigilancia gitana para garantizar la celebración del referéndum”. El montaje de la noticia coronaba el desprecio con una imagen de Pablo Iglesias ataviado con un aspecto que lo acerca a lo que desde el sentido común dominante y racista es “un gitano”. Nuestro compañero, Ricardo Hernández, escribía un artículo de denuncia ante el oprobio en Diario16 titulado “El racismo no da risa”. Es cierto que, tras las innumerables reacciones de indignación producidas en redes sociales, El Jueves optó por retirar silenciosamente la noticia, seguramente para evitarse el bochorno público y las protestas de miles de gitanas y gitanos –también de no gitanos de buena conciencia− que fletarían sus muros de facebook y twitter.

Sin embargo, tal y como hemos advertido anteriormente, no basta con retirar una portada insultante. Consideramos que es de justicia proceder a un ejercicio de reflexión ética en el espacio público sobre cuáles son los límites del humor cuando este se ceba verticalmente contra aquellos que ocupan un lugar de opresión y sufren el desprecio de la mayoría social. No gana nada El Jueves con callar y esconder la mano después de hacer daño a la ya denostada imagen pública gitana en el Estado español. Podría ganar en inteligencia política y calidad intelectual –cualidades sin las que el humor deja de ser una herramienta humana de ingenio y pasa a ser un instrumento opresivo− si reconociera el error y reconsiderase su actitud.

Rectificar en el síntoma, reparar la enfermedad

De hecho, no es la primera vez que El Jueves insulta a los gitanos y gitanas. En una falsa noticia publicada el 17 de Septiembre de 2009, la página humorística publicaba el siguiente titular: “Unos gitanos compran Google. El servidor principal de la compañía desapareció de un barco-granja en el Atlántico, y reapareció en una chatarrería de Cádiz”. No es tarde, a pesar de haber retirado la anterior noticia, que ha quedado grabada en la retina de cientos de ciudadanos y ciudadanas, para rectificar, entonces. Queda otro rastro de antigitanismo explícito articulado por la revista en cuestión en la hemeroteca mundial de Google, disponible, ya se sabe, para cualquiera que pretenda consultarla.

Desde Rromani Pativ exigimos una retirada de esta portada y una disculpa responsable y pública ante la población gitana del Estado español. Y lo exigimos convencidos/as de que, tal y como también hemos señalado con anterioridad, es totalmente necesario reparar el daño infligido. Cualquier medio humorístico ha de comprender que, definitivamente, no es lo mismo usar el humor para destapar las contradicciones del poderoso; para hacer reír, incluso de sí misma, a una sociedad que necesita oxigenar su comprensión y percepción sobre el mundo que la rodea, que utilizar el humor para ahondar en la nada lúcida e ingeniosa realidad de opresión que soporta un pueblo como el nuestro. La ética marca la diferencia. Queremos saber si desde El Jueves están dispuestos a recoger el desafío de crecer en inteligencia o, si, por el contrario, prefieren seguir estancados en la utilización fácil del caldo de desprecio en el que se cuecen algunos de sus chistes. Veremos.

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