Graduado en Historia del Arte y comprometido con la «igualdad real», este joven con vocación política ya prepara propuestas de inclusión
La etiqueta de ‘ser el primer gitano’ de Zamora que, por ejemplo, se ha licenciado en la universidad, o ser ‘de los primeros que’, en este caso, se ha decantado por la ópera, le ha abierto las puertas de la política, su pasión desde adolescente. «Me considero una persona muy afortunada y soy consciente de que estoy viviendo una idealidad; es un privilegio estar haciendo lo que me gusta», reflexiona Carlos Fernández Herrera (Zamora, 1996) tras colocarse ahora el galón de ‘primer procurador de etnia gitana de las Cortes Castilla y León’ por el Partido Socialista.
Por si fuera poco, a sus 24 años ha desbancado a la popular Noemí Rojo en el título de ser el más joven del parlamento. «Ahora soy el niño de las Cortes», bromea, «pero la gente entiende que aquí soy la representación de los gitanos; tengo la responsabilidad de representar a la minoría más grande de España y para mí es una responsabilidad y un honor».
Apenas lleva unos meses en el cargo, pues no accedió a su escaño al inicio de la legislatura, sino el pasado noviembre, cuando su compañera Inmaculada García renunció al cargo. Entonces él, que en las autonómicas iba como número cuatro de la formación por la provincia de Zamora, entró al hemiciclo para hacer historia, dispuesto a dejar huella en la reivindicación de «la causa gitana», es decir, con el objetivo de lograr «la igualdad efectiva y real y acabar con el antigitanismo».
Si fuera por cuota de población, reflexiona, hace tiempo que una persona de la comunidad calé tenía que haber accedido al parlamento de Castilla y León, «pero no se trata de eso». Si hasta ahora ningún gitano había prometido su cargo en esta institución, responde a que la política se percibía como algo «ajeno».
«Si no ha habido más casos es porque se veía como algo que no repercutía en la población gitana. Es ahora, con la llegada de referentes al Congreso, a sedes autonómicas o a ayuntamientos, cuando se empieza a sentir como algo más propio». Hay más conciencia, añade, de que se hacían leyes para la población gitana sin que ellos participaran en su confección. «Si falta el matiz de una persona de dentro, las medidas serán menos efectivas».
Esta premisa, unida a que «cada vez hay más gitanos con estudios superiores» y a la consideración de que se está produciendo un cambio de mentalidad en relación al «respeto por la multiculturalidad» en el resto de la población, han allanado el camino para conseguir un sillón, aunque Carlos considera que «todavía queda mucho» en materia de discriminación y de igualdad. «Todo el mundo es muy progre hasta que se habla de gitanos», reflexiona.
Él, con su ejemplo, ya ha desdibujado algunos clichés. Dentro y fuera. Recuerda cuando de niño se preguntaba si era peor gitano por estudiar, cuando en su entorno no lo habían hecho. Hasta que se dio cuenta de que había muchos mitos. «Me fui dando cuenta de que al salirme del patrón social que se espera de un gitano, no me hacía menos gitano. Lo que evidencia al hacer algo que no se espera de un gitano es que el patrón social es falso».
Por eso se afana en la preparación de iniciativas relacionadas con la inclusión y la discriminación de su pueblo a fin de elevar su voz en la comisión de Familia e Igualdad de Oportunidades de la que forma parte. Eso sí, como buen investigador, prefiere documentarse y no desvelar más detalles antes de cargarse de argumentos.
También participa en la comisión de Cultura y Turismo, donde centrará sus esfuerzos en proteger la riqueza patrimonial de la comunidad porque considera que «le hace falta más promoción». La de Sanidad, puesto que no está relacionada con su formación académica, es la que le impone más respeto.
Tiempo al tiempo, aunque lo cierto es que la mitad de la legislatura ya está prácticamente consumida. En todo caso, él abre la puerta a continuar en la próxima –«a día de hoy estaría encantado de ir en las listas»– con el pie cerca del pedal de freno –«con el mayor respeto del mundo seguiré apoyando al partido aunque no cuenten conmigo porque sé que nadie es imprescindible»–.
Tiene margen suficiente para supervisar los primeros pasos del ‘Programa de Actuaciones Estratégicas con la Población Gitana’ que la consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades presentó el pasado 7 de abril –un día antes del día Internacional del Pueblo Gitano–, y del que criticó se presente sin una memoria económica; así como para vigilar que el lenguaje empleado al hablar de su comunidad sea «tremendamente» escrupuloso. El ejemplo es claro: «No es lo mismo inclusión que integración; hay que incluir a la población gitana, no integrarla, porque si la integras le quitas lo que le hace diferente».
Con la incertidumbre de saber hasta dónde y hasta cuándo podrá plasmar sus aportaciones, de momento se queda con la experiencia de haber estado presente en la primera moción de censura en Castilla y León, como un acontecimiento que pasará a la historia. Si se veía como consejero es apuntar muy alto. «Uy no, por favor, en ningún caso; sólo tengo 24 años y me quedan muchas cosas por aprender», enfatiza.
A pesar del revés de no gobernar aunque su partido ganara las últimas autonómicas y del fallido intento de desbancar al Partido Popular de la presidencia, dice no sentirse decepcionado por la política. O al menos, no con las siglas que le arropan porque cree en su proyecto para la comunidad. Respecto al PP, a tenor de «lo visto y lo vivido» aquí y en Murcia y «de la manera de actuar» de la «estructura de poder», los considera «casi una mafia».
«Me han enseñado a esforzarme; a currarme lo que me gusta»
El esfuerzo por conseguir los retos que se proponía es uno de los valores que a Carlos le enseñaron en su casa. Por ejemplo de pequeño, mientras sus compañeros de clase descansaban los fines de semana, él tenía que ir al mercadillo con sus padres y su hermano a atender el puesto de lencería. Cuando en Secundaria sus amigos empezaron a quedar, él sabía que los sábados y los domingos por la mañana no podía. «Sólo libraba cuando tenía que prepararme los exámenes». Tampoco en verano tenía tantos días libres como otros chicos de su edad y cuando llegó a la Universidad no se podía «permitir el lujo» de suspender porque sin beca no podría continuar.
«Mis padres me han enseñado a ver la vida desde otro punto de vista; a esforzarme y a currarme lo que me gusta», destaca como una de las cualidades que le han permitido alcanzar sus metas. En lo académico, explica que se convirtió «en el primer gitano de Zamora con carrera» –estudió Historia del Arte en la Universidad de Salamanca–; entre sus aficiones destaca su pasión por la ópera y da clases de canto en el conservatorio; y, en lo profesional, aspira a dar clase en la universidad cuando finalice la tesis, sin dejar a un lado una pasión política que no oculta. «A mi el PSOE me duele», dice.
Esa pasión le llevó a afiliarse a las Juventudes Socialistas cuando tenía 16 años y a afiliarse a la formación cuando cumplió la mayoría de edad, a pesar de que en su casa no se hablaba de política. «Yo veía a Rubalcaba y pensaba: ‘Qué persona más transcendente’. O a Zapatero, Pepe Blanco, Carme Chacón… Veía perfiles muy potentes que hicieron mella en este país y yo les admiraba». Por eso, aprovechando que tenía la mañana libre en una excursión del insituto a Madrid, se puso en contacto por Facebook con la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, para ver si le podía enseñar la sede de Ferraz. Y allí se plantó, «como un adolescente con intereses políticos». Tres años después fue de número once en las listas de Zamora, rememora, y comenzó un ascenso político que le ha llevado hasta las Cortes de Castilla y León.
Fuente: Diario de Castilla y León
Autora: Laura G. Estrada