Iñaki Vázquez, activista LGBTI y educador social / ÁLVARO MINGUITO

Disidentes sexuales y de género del pueblo gitano resquebrajan ideas preconcebidas puertas adentro y afuera de la comunidad.

Los padres de Saray aún no han aceptado que su hija los rompiera radicalmente las expectativas. Desde que era pequeña y se refería a sí misma en femenino, han tratado de corregir quién es, incluso a golpes. Sin embargo, Saray destaca cómo, durante el postoperatorio de la mamoplastia, su madre le ayudaba a ducharse y le curaba las cicatrices. »A pesar de ser tan cerrada de mente, no me dejó tirada», remarca. Al mirar su trayecto de transición de género social, habla también del apoyo de una tía, de primas, de amistades de sus padres y de su abuelo. Le cuesta tratarla de moza, pero le dice que adelante para ser feliz, explica. »El miedo a lo desconocido, en el género y en cualquier otra cosa, es tan gitana como paya», tiene claro la joven, 

LGTBI-fobia y antigitanismo van de la mano en el día a día de las personas gitanas con opciones sexuales e identidades de género no normativas. Saray destaca como, por ejemplo, la doble discriminación le afecta sistemáticamente al mercado laboral. Tanto entre las mujeres gitanas como entre las visiblemente trans, la exclusión del mercado de trabajo formal es una las formas en que cristaliza la discriminación y la que tiene un impacto más profundo en su calidad de vida. Saray también remarca la discriminación soportada en los años de instituto, por parte de alumnado y de profesorado. 

Dice que, «como todas las gitanas», dejó los estudios a los dieciséis, sin llegar a sacarse la ESO. Si bien no es el caso de todas, sí todavía de más de la mitad de los chicos y chicas del pueblo gitano. El elevado abandono escolar es clave para explicar la sobrerrepresentación de la población gitana en la pobreza y la exclusión. Es, de hecho, una de las huellas que han dejado siglos de persecución institucional y marginación social del pueblo gitano. Una minoría -la más grande de España y de Europa, donde se estima que alcanza los 10 o 12 millones de personas marcada por una historia de aislamiento y de intentos de aniquilación -cultural e incluso física- y atravesada hoy, en toda Europa, por la vulnerabilidad socioeconómica. En España vive en pobreza extrema más de la mitad (54%) de la población romaní, según la Fundación Secretariado Gitano. 

Tanto entre las mujeres gitanas como entre las visiblemente trans, la exclusión del mercado de trabajo formal es una de las formas en que cristaliza la discriminación 

Poner el foco en las dificultades de la población gitana en los barrios guetificados donde muchas viven es lo que urge para combatir conjuntamente el LGTBI-fobia que soportan las personas romaníes; tanto puertas adentro como -remarquen- puertas afuera de su comunidad, donde el impacto de la discriminación por razón de género y opción sexual se profundiza por el antigitanismo. »Son guetos a los que las políticas nos han abocado; son como reservas donde nos tienen encerrados y donde se producen multiplicidad de injusticias; que nos han destrozado como sociedad, han cambiado las formas de comportamiento del pueblo gitano y de relación entre nosotros «, describe el activista LGTBI y educador social Iñaki Vázquez. 

Si bien existen situaciones de violencia en la que hay que proteger a la víctima a través de los recursos públicos, Vázquez asegura que las activistas LGTBI romeros acompañan, sobre todo, casos en los que se les pide apoyo para «afrontar la situación dentro de la familia». »Muchas familias no saben qué hacer y acompañamos el dolor que implica romper un modelo, unas expectativas, y explicamos que hay referentes gitanos y gitanas que han optado por otros tipos de vidas; que no pierden su identidad, sino que aportan diversidad a la comunidad, lo que la fortalece «, explica la activista. »De intransigencia -añade Vázquez- hay en personas gitanas igual que los hay en personas no gitanas, así como todo hay que, al convivir con personas LGTBI, se incorporan en el proceso de deconstruir prejuicios en torno a la sexualidad y al género, 

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Noelia Heredia, conocida con el apodo de ‘La cajón’. | COLITA (Suplement Diverses 2019)

La diversidad también es gitana 

No salió de casa de los padres del brazo de un gitano, trabaja de percusionista, dice abiertamente que es lesbiana y reivindica que «no por ello pierdes tu gitanidad». La primera de quien ha roto los esquemas es de sí misma, reconoce Noelia Heredia, conocida en el mundo musical como La Negri. Encima de los escenarios tiene el compromiso de contribuir a hacerlo; también 
al resto. »La gente te juzga por ‘gitana y encima lesbiana’, o por ‘lesbiana y encima gitana’. Por eso utilizo el escenario como una plataforma para reivindicar, primero, mi pueblo, porque nos lo han puesto muy difícil, y más aún a las mujeres gitanas, y, después, para llamar lo que siento, lo que hay en la vida «, explica. La Negri es una de las caras visibles de la asociación Ververipen-Rroms por la diversidad. Reconoce que ser considerada una referente es una responsabilidad que pesa, pero acepta que se ha convertido para muchas mujeres de su comunidad – «de jóvenes en mujeres mayores y casadas», asegura- y responde, acompañándolas ante dudas y temores. Lo que ella hubiera querido encontrar desde niña. 

Contar con referentes que evidencien la diversidad de género y de opciones sexuales existentes dentro de la comunidad gitana facilita que otras personas también se reconozcan y reivindiquen vivir al margen de los patrones de género hegemónicos. »No somos menos gitanas ni para estudiar ni para ser lesbianas, y poco a poco ganamos más visibilidad para evidenciar la diversidad que existe dentro de la comunidad gitana», reivindica Heredia. 

Contar con referentes que evidencien la diversidad de género y de opciones sexuales existentes facilita que otras personas también se reconozcan 

Como en el conjunto de la sociedad, vivir en una familia que congrega con el discurso oficial, conservador, de una religión, puede ser un factor que dificulte la libre expresión de una opción sexual o de una identidad de género no normativa. »Yo creo en Dios; pero el culto, Bien lejos «, dice Saray. Se refiere a la Iglesia evangélica de Filadelfia, fundada por un grupo de gitanos españoles a finales de la década de los 60 y que extendió su influencia entre la comunidad gitana rápidamente. »Hay cabezas muy cerrados que te dicen que no es válido vivir de una manera diferente a como manda la Iglesia y que no eres gitana porque no haces esto, esto y esto. ¡Pero no tienes que cumplir unos cánones para serlo! Hay gitanas buenas y malas, gitanas que pasan la prueba del pañuelo y gitanas que no, gitanas que se quieren casar y gitanas que dicen que no, ¡y gitanas que quieren estudiar y que se sacan carreras! «, Reivindica. En hablarnos de sus años de instituto, Saray explica que han sido cargados de gritos de «gitano maricón». Se suman al recuerdo de profesorado que, afirma, le «minar la autoestima». 

«Las identidades se mueven, cambian, se modulan a lo largo del tiempo por los condicionantes sociales, y nosotros estamos haciendo esto: igual que hemos encontrado la manera de ser gitana siendo universitaria, estamos encontrando maneras de tener opciones de vida diferenciadas sin perder nuestra identidad . No negaré que hay dificultades, pero pienso que no hay tanta diferencia con las que puede vivir una persona LGTBI de un pueblo del Alt Camp «, plantea Vázquez, para quien la imagen de más LGTBI-fobia entre la población gitana es una imagen «proyectada en función de un factor estructural: el antigitanismo». 

«Responde al interés de proyectar una imagen del pueblo gitano que contenga los valores negativos con que la sociedad mayoritaria no se quiere identificar y que por eso se asignan a los colectivos racialitzats», razona. En dirección opuesta, suenan cada vez más fuerte las más y más voces que rebaten estereotipos y se expresan para incorporar la diversidad como valor reconocido del pueblo gitano. 

Artículo de: Meritxell Rigol (Aliada con Palabra de RP) 

Fuente: directa.cat/

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