“O cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y desgraciadamente tiene que ser una paya porque ellos no tienen voz”, dice Echevarría, que ha conseguido lo imposible, o al menos, lo que todo el mundo a su alrededor le juraba que lo era. La directora y guionista ha rodado con intérpretes debutantes, gitanos y mercheros, una bellísima historia del primer amor, con la que denuncia la situación de las mujeres gitanas, atrapadas en unas tradiciones que se acercan a las que soportan mujeres en países musulmanes integristas. Pero mientras por éstas ponemos obligatoria y necesariamente el grito en el cielo, a las mujeres que tenemos en la calle de al lado ni las miramos. No las vemos. “La mujer gitana está pisoteada, aplastada, es invisible para payos y gitanos”.
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