No se habla de otra cosa. Probablemente ya saben a qué nos referimos. Estos días, no hay objeto de discusión en España, por muy importante que sea, que pueda medirse con la omnipotencia mediática del denominado COVID-19, coronavirus para los amigos. La saturación y el miedo se respiran en un ambiente cada vez más cargado de incertidumbre, cada vez más inquietante. Al mismo tiempo, se están produciendo interesantes conatos de reflexión crítica colectiva. A través de ellos, numerosas miradas lúcidas ponen el dedo en la llaga mostrando qué hay detrás de la creciente paranoia social; qué esconde, qué rebela y hacia dónde nos dirige esta traicionera alarma. Sin embargo, existe en este contexto de ansiedad social una peligrosa nota al pie de página sobre la que, desde nuestro punto de vista, no se está discutiendo lo suficiente, lo cual es sintomático. Es de sobra conocido el hecho de que las crisis sociales refuerzan las estrategias de autoritarismo institucional y, al mismo tiempo, sacan a relucir la basura moral de nuestras sociedades.
A tenor de lo dicho, en un interesante artículo de análisis publicado en CTXT titulado El relato oficial del coronavirus oculta una crisis sistémica, podían leerse estas certeras afirmaciones: “la epidemia es una oportunidad para degradar y aislar a China, al tiempo que localmente se generan respuestas racistas y xenófobas.” Hay que decir que el racismo está en al ambiente, no se produce a causa de la epidemia. Si aceptamos que el racismo es un problema estructural, nos vemos obligados a dejar atrás lecturas simplistas en torno al mismo. No es la alarma social lo que provoca reacciones racistas, es una sociedad previamente racista la que reacciona en consecuencia en el contexto de una alarma social como la provocada por el relato oficial en torno al coronavirus. Dicho de otra manera: alarmarnos porque una sociedad educada en el racismo reaccione, independientemente del contexto, de forma racista es cuanto menos superficial e hipócrita. No obstante, no nos perdamos en afirmaciones abstractas.
En el caso del Estado español, las respuestas racistas no se han hecho esperar. La comunidad asiática ha sido la principal diana internacional del oprobio. Por una parte, la alarmante insensibilidad mostrada ante la situación que la aparición del virus y sus consecuentes efectos políticos, sociales y humanitarios ha provocado en China representa una cruda realidad que debería alarmarnos más que la propagación del virus. Por otra, cuando la amenaza ha tocado el mundo blanco, al miedo y la hipersensibilidad del niño mimado se unido el desprecio racista que hizo a activistas de la comunidad asiática lanzar la campaña “I am not a virus”. Hace tan solo unos días, un ciudadano norteamericano de ascendencia china era atacado y apalizado en Madrid1 por varios individuos que le gritaban insultos relacionados con el coronavirus. Pero si las ciudadanas y ciudadanos chinos están siendo objeto de vejaciones y ataques no es por la aparición repentina de la epidemia. El racismo anti-asiático es una realidad tan flagrante como invisibilizada en nuestro país, lo único que ha conseguido el relato sobre el coronavirus es exacerbarlo y sacar a la luz su extraordinario poder social.
Medios de comunicación antigitanos y racismo histórico
“Respecto al vecino de Haro ingresado en Miranda del Ebro […] el vecino es de etnia gitana y llegó al servicio de Urgencia de Santiago Apóstol…” “Investigan si el foco de coronavirus originado en el funeral gitano de Vitoria ha entrado ya en Navarra”. “Un funeral en Vitoria causó más de 60 infectados. La ceremonia es el mayor foco de la epidemia ocurrido en España e hizo llegar el coronavirus a un hospital […] “Buena parte de los afectados por el brote son personas de etnia gitana.” Según informa Patricia Carro, […] el paciente es de etnia gitana…” Todos estos son titulares y noticias aparecidas durante estos días de caos en medios de comunicación como larioja.com, El País, Navarra.com o burgosconecta.es. Lejos de intentar reducir el debate a un espectro únicamente punitivo, habría que comenzar diciendo que todos estos medios están incumpliendo el código deontológico periodístico al mencionar la identidad “étnica” de los afectados. En segundo lugar, cabe preguntarse si estos periodistas, amparados en sus equipos de redacción, recurren a tales estrategias racistas para aumentar el número de lecturas de sus artículos, ya que no existe mejor manera de atraer a aves carroñeras que produciendo cadáveres. ¿Les parece muy atrevido? ¿Duro, quizás? Pónganse en el lugar de los afectados y afectadas.
Precisamente al mismo tiempo que estas noticias conseguían abrirse paso entre una población desinformada, impresionable y racista, comenzaban a compartirse numerosas grabaciones de audios vía WhatsApp y redes sociales que apuntalaban el relato. En uno de ellos, compartido de forma masiva, podía escucharse a un individuo anónimo afirmar lo siguiente: “Resulta que de los 12 casos que hay de coronavirus aquí en La Rioja, 7 están en San Pedro ingresados. Y son gitanos. Entonces, no vayáis al mercadillo […] están contagiando a todo el mundo […] están haciendo lo que les sale de los cojones, la Guardia Civil no puede con ellos. Está Haro en cuarentena y ellos están haciendo lo que quieren. A la Guardia Civil los tienen amedrentados. Les tiran escupitajos desde las ventanas […] comunicadlo por ahí… que son gitanos todos, el foco de infección son los gitanos”. En otra grabación ampliamente difundida, realizada presuntamente por una trabajadora sin identificar de un hospital de la zona se escuchaba: “Han debido estar todo el fin de semana acudiendo a urgencias […] en un goteo constante de gitanos, encima mintiendo, ninguno decía la verdad […] y se han dedicado a escupir todas las salas, los asientos para que todo el mundo se contagie [… ] si ya había poco, pues ya con ellos, para qué queremos más, porque les importa todo una puta mierda […] los que están en Haro, en las casas, escupiendo a los guardia civiles, increpándoles… no pueden con ellos.”
Las imágenes de los sanitarios acompañados de la Guardia Civil acudiendo a Haro se han hecho virales, fortaleciendo la idea de que los gitanos y gitanas afectados son monstruos rabiosos, no seres humanos cuya salud y vida tienen el mismo valor que la de cualquier otro. No en vano, estamos ante las tres manifestaciones claves de cualquier forma de racismo estructural: la mediática, que solidifica un relato y le da estatus de verdad, la social, que difunde dicho relato y lo afianza en los vecindarios y, por último y más importante, la institucional, que pone a sus cuerpos y fuerzas de seguridad del estado a disposición de dicho relato. Así se deshumaniza a las víctimas gitanas. No nos da tiempo de pensar en la angustia y el miedo que quizás estas personas han experimentado, no solo por la supuesta infección del coronavirus, sino por convertirse, una vez más, en diana del odio social racista; por ocupar de nuevo titulares y noticias sesgadas sobre su realidad; por contemplar, una vez más, como la Guardia Civil, que ha sido durante siglos un cuerpo de seguridad represor de nuestro Pueblo, aparece en sus barrios para reforzar con su sola e intimidante presencia la idea de que somos sujetos dignos control, dignos de ser perseguidos, también cuando enfermamos.
Nos preguntamos, como siempre, conociendo la respuesta de antemano: ¿irán los equipos de la Guardia Civil a casa de Ortega Smith y de todos aquellos a los que saludó en Vista Alegre? Sabemos que no irán ¿Irán también a recibir a los últimos visitantes italianos que han aterrizado durante estos días atrás en nuestras costas? Irónicamente, ellos no merecen tal recibimiento. ¿Qué equipo de gobierno local es responsable de un espectáculo racista como este? ¿Por qué algo así no despierta la indignación popular de izquierdas ni el rechazo contundente de un gobierno que se llama así mismo “de izquierdas”? La estigmatización de cualquier comunidad humana en momentos como estos es un hecho gravísimo que, sin embargo, nos rebela algo. Cuando las sociedades entran en crisis, aquellos que se encuentran en el eslabón más débil son los que sufren las peores consecuencias. Pero nuestro pueblo no es débil. Nuestro Pueblo es fuerte porque resiste. Y resiste porque es fuerte. Desde esa fortaleza denunciamos y señalamos el racismo antigitano de muchos medios de comunicación que no dudan en utilizar la carnaza del odio para aumentar sus beneficios, el racismo antigitano de buena parte de nuestra sociedad que no reacciona ante los bulos y prefiere mirar hacia otro lado cuando no escupir a la cara de quien sufre, y el racismo antigitano de nuestros gobiernos, que no dudan en sacar a la luz su arcaico desprecio institucional hacia nuestro pueblo, incluso en la gestión de una situación como esta, provocada por el coronavirus. ¿O, quizás, deberíamos decir, una situación provocada por el relato oficial sobre el coronavirus y su ocultación de la crisis sistémica?
COVID-19 and the virus of racism
That’s all there is to it. You probably know what we mean. These days, there is no object of discussion in Spain, however important it may be, that can be measured with the media omnipotence of the so-called COVID-19, coronavirus for friends. Saturation and fear can be breathed in an atmosphere that is increasingly charged with uncertainty, increasingly disturbing. At the same time, interesting attempts at collective critical reflection are taking place. Through them, numerous lucid glances put the finger on the sore spot showing what is behind the growing social paranoia; what is hidden, what is rebellious and where this treacherous alarm is leading us. However, there is a dangerous footnote in this context of social anxiety which, from our point of view, is not being discussed enough, which is symptomatic. It is well known that social crises reinforce strategies of institutional authoritarianism and, at the same time, bring out the moral garbage of our societies.
In light of this, an interesting analysis article published in CTXT entitled The Official Coronavirus Story Hides a Systemic Crisis could read these accurate statements: «the epidemic is an opportunity to degrade and isolate China, while locally generating racist and xenophobic responses. It must be said that racism is in the air, it is not because of the epidemic. If we accept that racism is a structural problem, we are forced to leave behind simplistic readings about it. It is not social alarm that provokes racist reactions, it is a previously racist society that reacts accordingly in the context of social alarm such as that provoked by the official story about the coronavirus. In other words, we are alarmed that a society educated in racism reacts, regardless of the context, in a racist way that is at least superficial and hypocritical. However, let us not get lost in abstract statements.
In the case of the Spanish state, racist responses have not been long in coming. The Asian community has been the main international target of opprobrium. On the one hand, the alarming insensitivity shown to the situation that the appearance of the virus and its consequent political, social and humanitarian effects has caused in China represents a crude reality that should alarm us more than the spread of the virus. On the other hand, when the threat has touched the white world, the fear and hypersensitivity of the spoilt child has been compounded by the racist contempt that led activists in the Asian community to launch the «I am not a virus» campaign. Just a few days ago, an American citizen of Chinese descent was attacked and beaten in Madrid by several individuals who shouted insults related to the coronavirus. But if Chinese citizens are being harassed and attacked, it is not because of the sudden appearance of the epidemic. Anti-Asian racism is a reality as flagrant as it is invisible in our country. The only thing that the story about the coronavirus has achieved is to exacerbate it and bring to light its extraordinary social power.
Anti-Roma Media and Historical Racism
«With regard to the Haro resident who was admitted to Miranda del Ebro […] the resident is of gypsy ethnicity and arrived at the Santiago Apostle’s Emergency Service…» «They are investigating whether the outbreak of coronavirus originating in the gypsy funeral in Vitoria has already entered Navarra. «A funeral in Vitoria caused more than 60 people to be infected. The ceremony is the largest outbreak of the epidemic in Spain and brought the coronavirus to a hospital […] «A large number of those affected by the outbreak are ethnic gypsies. According to Patricia Carro, […] the patient is of gypsy ethnicity…» All these are headlines and news appeared during these days of chaos in media such as larioja.com, El País, Navarra.com or burgosconecta.es. Far from trying to reduce the debate to a solely punitive spectrum, we should start by saying that all these media are breaking the journalistic code of ethics by mentioning the «ethnic» identity of those affected. Secondly, we should ask ourselves whether these journalists, under the cover of their editorial teams, resort to such racist strategies to increase the number of readings of their articles, since there is no better way to attract scavenging birds than by producing carcasses. Does this seem very daring to them? Harsh, perhaps? Put yourself in the shoes of those affected.
Just as this news was making its way through an uninformed, impressionable, and racist population, numerous audio recordings were being shared via WhatsApp and social networks that underpinned the story. In one of them, shared in a massive way, an anonymous individual could be heard stating the following: «It turns out that of the 12 cases of coronavirus here in La Rioja, 7 are in San Pedro. And they are gypsies. So, don’t go to the flea market […] they’re infecting everyone […] they’re doing what they can, the Guardia Civil can’t handle them. Haro is in quarantine and they are doing what they want. The Guardia Civil are being intimidated. They throw spit at them from the windows […] communicate it to them over there… that they are all gypsies, the focus of infection is the gypsies. Another widely distributed recording, allegedly made by an unidentified worker from a local hospital, heard this: «They must have spent the whole weekend going to the emergency room […] in a constant drip of gypsies, even lying, none of them were telling the truth […] and they were spitting on all the rooms, the seats, so that everyone would be infected […] if there was already little, then why do we want more, because they don’t give a shit about everything […] those in Haro, in the houses, spitting on the civil guards, scolding them… they can’t handle them. ”
The images of the health workers accompanied by the Civil Guard going to Haro have gone viral, strengthening the idea that the affected gypsies are rabid monsters, not human beings whose health and life is as valuable as that of any other. Not surprisingly, there are three key manifestations of any form of structural racism: the media, which solidifies a story and gives it a true status; the social, which spreads the story and entrenches it in the neighbourhoods; and finally and most importantly, the institutional, which makes its bodies and state security forces available to the story. This is how the gypsy victims are dehumanized. We do not have time to think about the anguish and fear that perhaps these people have experienced, not only because of the supposed infection of the coronavirus, but also because they have become, once again, the target of racist social hatred; because they are once again occupying headlines and news that is biased about their reality; because they see, once again, how the Guardia Civil, which has been a repressive security body for our People for centuries, appears in their neighbourhoods to reinforce with its sole and intimidating presence the idea that we are worthy subjects of control, worthy of being persecuted, even when we are ill.
We wonder, as always, knowing the answer beforehand: will the Guardia Civil teams go to Ortega Smith’s house and to all those he greeted at Vista Alegre? We know that they will not. Will they also go to receive the last Italian visitors who have landed during these days on our shores? Ironically, they don’t deserve such a welcome. What local government team is responsible for such a racist spectacle? Why doesn’t something like this arouse popular leftist indignation and a strong rejection of a government that calls itself «leftist»? The stigmatization of any human community at a time like this is a very serious fact that, nevertheless, reveals something to us. When societies enter into crisis, those who are in the weakest link are the ones who suffer the worst consequences. But our people are not weak. Our people are strong because they resist. And they resist because they are strong. From this strength, we denounce and point out the anti-Roma racism of many media that do not hesitate to use the bait of hatred to increase their profits, the anti-Roma racism of a good part of our society that does not react to hoaxes and prefers to look the other way when it does not spit in the face of those who suffer, and the anti-Roma racism of our governments that do not hesitate to expose their archaic institutional contempt for our people, even in the management of a situation like this, caused by the coronavirus. Or, perhaps, should we say, a situation caused by the official story about the coronavirus and its concealment of the systemic crisis?